Rastreo con el olfato porque no sé reconocer el olor que me llega, el cielo es el mismo de ayer, despejado y luminoso, pero el aroma…eso sí, los pájaros son los de siempre, no paran y parecen que vuelan encima de mi cabeza, como si hubieran fabricado una cúpula invisible en el cielo en la que solo habitan ellos. Miro por todos los lados. Es posible que sea lavanda, la planta que compré antes de la cuarentena, o la menta, la hierbabuena…no creo, estas son plantas que solo huelen si las mueves, pero ese olor… Ya lo sé es el jazmín. En este marco, pequeño edén, comienzo a leer el periódico nada más iluminar el día. Este jardín te aleja del virus, el periódico te lo acerca. En ese punto medio es en el que me mantengo. No he conseguido alejarme del mundo y mantenerme en la introspección total.
Leer el periódico completo es un hábito, como otro cualquiera, ni obligatorio ni intelectual, pero a mi me gusta, me nutre y también me entretiene, como pintar mi buzón, por ejemplo, o mis sillas de la terraza. No solo hay titulares, entradillas, pronóstico del tiempo, sino también curiosidades que te arrancan una sonrisa “dentro de un tiempo podremos ir a la playa, pero sin colchonetas”, dice en portada. Desde que mis hijos han crecido ya no las utilizo, pero he pasado muy buenos momentos con ellas. También mi padre, ya mayor y con los dedos meñiques deformados, no se manejaba bien y había que ayudarle a subir la colchoneta. Lógicamente se bañaba sin gafas y como tenía los ojos tan pequeños mi hija, muy niña, le preguntaba en el agua ¿pero abuelo, tú me ves?
Mi padre no es un muerto es una presencia. Detrás de mí, el níspero que plantó está ya con frutos a punto de madurar, y las hortensias, que también las plantó él, ansiosas por salir. Están como los niños encerrados por la cuarentena antes del permiso de los paseos. Las rosas, mucho más madrugadoras, están en su esplendor.
También la lectura de los periódicos te ayuda a romper mitos. Por ejemplo, ese que en España estamos peor que otros países. Las páginas internacionales te hacen tambalear esas creencias ¡Menuda hay montada en Francia, Macron ha perdido la mayoría parlamentaria! Parte de sus diputados se han ido a otro grupo y ahora tiene que pactar con unos y con otros para sacar adelante cualquier acuerdo ¿nos suena? y, hablando de otra cosa, la iniciativa de las cacerolas no es española. Según la columna “La internacional borjamari” de Javier Sampedro a los manifestantes de Nuñez de Balboa no se les puede calificar de creativos, todo lo han copiado de las manifestaciones estatales de EEUU contra el confinamiento. Díaz Ayuso es un calco de Donald Trump. No obstante, continúa el columnista, que a los pijosdalgo de aquí hay que agradecer que salgan con cacerolas y no con fusiles de asalto, tampoco no se ha convocado aún a los contagiados para que infecten a los policías ni a los judíos. Coincido con el autor de esta columna que España no es tan diferente.
Cuando termino las páginas internacionales, aparte de los sonidos de los pájaros ya se oyen las persianas levantarse. No todas al mismo tiempo, como en las orquestas, cada instrumento tiene su momento. Al abrir la sección de Madrid ya están todos los vecinos levantados y alguno me saluda desde su ventana, una cara conocida aún sin mascarilla. Dice Sergio C. Fanjul en su columna “Bocata de Calamares” “La ciudad se ha vaciado de rostros: las mascarillas nos convierten en ciudadanos clónicos solo diferenciados por el tipo de mascarilla que llevamos, como si fuéramos miembros de diferentes bandas callejeras”
Mi jardín ha salido del madrugón y ya se oyen canciones. Los pájaros no les queda otra más que compartir sonidos con la música. Hace ya calor y cierro el periódico, me acuerdo de mi sobrina Verónica que de pequeña decía que mi jardín era algo salvaje, quizás ahora con las butacas de mimbre blanco parezca más afrancesado, y no piense lo mismo.
Cuando salgo de ver una exposición les ruego a mis amigas acompañantes que escojan un cuadro entre todos ellos, hoy me exijo a mi misma un artículo del periódico que acabo de cerrar “El día en que reabrieron las librerías fue una fiesta” de Monika Zgustova (El País pág 10) “Cuando era niña, en la Praga comunista los lectores hacían largas colas delante de las librerías. No había tanta oferta como en los países democráticos y la gente dedicaba mucho tiempo a la lectura…Los libros han sido un símbolo de resistencia, en muchos momentos de abuso de poder. Junto a un libro, incluso la soledad es un espacio de poder”
Algunas veces mis amigas acompañantes no entienden que solo nos llevemos un solo cuadro ¿Por qué no dos? Bueno vale escojo otro, Eliane Brum (pág 4) “El economista británico Kenneth Bouiling solía distinguir entre la economía del vaquero y la economía del astronauta. El vaquero ve el mundo como un espacio abierto que se puede explotar de forma interminable. El astronauta entiende el planeta como una nave espacial, un espacio finito donde sería necesario gestionar los recursos también finitos”
Un poco vaqueros sí que somos, aunque nos guste mucho mirar a la Luna.