Javier Cercas teme que le den el Nobel a una mujer

Cercas comienza un artículo sobre el feminismo https://elpais.com/eps/2021-08-22/ni-paternalismo-ni-caza-de-brujas.html citando a Vargas Llosa, y lo menciona con una cita crítica contra la desigualdad, pero centrado en el racismo. Curiosamente el escritor peruano está siempre de actualidad, y también ha chupado titulares contra el feminismo “El feminismo es actualmente el más resuelto enemigo de la literatura y lo equiparo con la religión y los sistemas totalitarios, el comunismo y el fascismo”. Pero Cercas lo desvía al racismo, que es una desigualdad que tiene mejor prensa, y levanta menos ampollas y miedos varoniles que el feminismo. Es un truco de comunicador señor Cercas. También es un truco citar a continuación a Aristóteles y su opinión sobre el rango inferior de las mujeres. De esa manera nivela. Una de cal y otra de arena. Punto neutro. Una cosa es la libertad y otro el libertinaje. Os dan un dedo y queréis la mano. Paz y después gloria.

El señor Cercas en este artículo sobre el feminismo aplica el método contrario que lleva aplicando en su lucha, que yo comparto ampliamente, contra el nacionalismo catalán. El señor Cercas lleva años argumentando, tomando posición en situaciones concretas para luchar contra el pensamiento único independentista, baja a la arena y se moja. Compartí plenamente su argumentación a favor del indulto. Fue un artículo lleno de matices, contrapesos, etc….

Con este articulo sobre el feminismo dice que es un hecho el machismo, pero qué no sabe arreglarlo ¿pero sí podemos arreglar la desmesura del independentismo? Algo no me encaja. Dice que el feminismo no lo ha inventado ni el Ministerio de Igualdad ni el MeToo, claro señor Cercas, ambas cosas no son inventos son armas contra la injusticia que lleva siglos ¿usted ignora a las sufragistas?  ¿ a Emilia Pardo Bazán? Ellas se consideraban feministas antes de que nacieran Irene Montero ni el MeToo. ¿No lucha usted contra los abusos en Cataluña en lo concreto, con política, y acciones puntuales? ¿Por qué esa forma tan distinta de enfocar las acciones ante una injusticia como el machismo?.

Luego señor Cercas me extraña como aplica las palabras siendo escritor ¿es solo insultante la brecha salarial o es tremendamente injusta?. ¿Cómo le preocupa tanto que den en el futuro a las mujeres los Premio Nobel cuando todavía hay una vergonzosa diferencia en su asignación? ¿le preocupa en el fondo señor Cerca que no se lo den a usted, y si a una mujer por ser mujer y, seguramente, inferior literariamente a usted? ¿Todo se resume señor Cercas a defender a Woddy Allen? ¿Todo este artículo se refiere a ello? ¡Qué pena y qué repetido!

Me ha extrañado que le preocupe más que en el futuro den premios a mujeres por ser mujeres y no mencione, por ejemplo, la desigualdad actual en la Real Academia con las mujeres. Me extraña señor Cercas que cuando habla de discriminación positiva se olvide de la justicia. El feminismo es luchar en lo concreto, en las acciones políticas, en las leyes, con el MeToo contra el abuso sexual y la desigualdad.

Luchar por la igualdad de las mujeres es bajar a la arena todos los días y no quedarnos en la equidistancia. Lo mismo que hace usted en la política catalana, señor Cercas.

Romper el día con una aventura

A veces necesitamos escaparnos y lanzarnos a la aventura. Puede consistir en coger un tranvía urbano, y en veinte minutos estar sentada en una mesa de una terraza. Y ahí comienza toda la odisea. Desde esa atalaya, en soledad, descubres todo lo que aparece ante tus ojos como si fuera nuevo, o como si contemplaras un espectáculo exclusivamente montado para ti que nunca se va a repetir. Creo que es uno de los mayores encantos de la vida. Y la mayoría de las veces cuesta poco dinero. 

Me he escapado esta mañana al Mercado Central de Alicante, un edificio protegido por su valor arquitectónico. Siempre me ha atraído mucho la arquitectura civil, en la que no se adora a los dioses sino a los seres terrenales, y además se hace con arte. Pasear por los mercados, no tiene nada que ver con pasear por los mercadillos ni por los centros comerciales. No es un exposición de artesanos ni imágenes de carros de comida pasando a cámara rápida. Ayer estuve en Carrefour, y entendiendo la necesidad del abastecimiento de la población veraniega, me resultó deprimente el desfile de carros a rebosar, vaciándose para pasar por caja y volviendo a llenar, para volcarse en los maleteros en los coches. Es el imperio del consumo, donde no sabes si escoges o te escogen. Un mercado es diferente, da la sensación que paseas, que eliges, saludas y no compras más de lo necesario. Y tiene un componente humano y local. En el Mercado de Alicante en la segunda planta tiene unos lomos de atún y gambas rojas que te sitúan que estás cerca del mar. Tiene también una placa a la salida que recuerda el bombardeo de la aviación fascista el 25 de mayo de 1938, donde murieron más de 300 civiles. Ahí está, y cada año lo recuerdan un grupo de alicantinos. También los recordamos mi hija y yo, cuando vamos hacemos un minuto de silencio. Alicante fue la última plaza en caer tras el triunfo de Franco, y fue castigada con saña y venganza. Muchos alicantinos se tiraron desde el puerto optando morir desde la libertad de lanzarse al mar que caer en las garras del odio y la venganza.

La mayoría de las personas que tengo a mi lado esta mañana ignoran todo esto esto. Los lugares acogen todo, pasado y presente, se superponen como las capas geológicas, o los papeles pintados en las paredes, que si rasgas uno aparece el anterior, pero no todo el mundo quiere saber lo que hay debajo, pero, por fortuna, las placas conmemorativas están ahí, en la pared de la plaza, una en castellano y otra en valenciano, y cada año, un grupo de alicantinos lo recuerdan. Bravo por ellos. Gracias.

Estoy rodeada de franceses mientras me tomo la cerveza y la ración de ensaladilla y no tengo ninguna sensación de ahogo. Leo en el periódico local que el turismo francés desbanca al inglés y se convierte en el primer cliente de la Costa blanca. Todas las mesas hablan la lengua de Victor Hugo, menos una, que son italianos. Son los únicos que han comprado perfumes de marca falsa a un vendedor ambulante. Cuando se va, se echan en los brazos una gotitas para saber si han hecho una buen compra. Su autoengaño les dice que sí, que huele bien. 

Llegan nueve jóvenes franceses y juntan tres mesas de la terraza y piden a las dos menos veinte del mediodía té con limón. El camarero, curtido en el oficio y con esa gracia que algunos mortales   llevan de cuna les increpa: Pero chicos ¿Desayunamos o comemos? ¿Habéis visto qué hora es? A los diez minutos los nueve tienen ante sus ojos bocatas de jamón, raciones de pulpo y calamares a la romana, acompañados de jarras de cerveza. Y lo devoran. Cuando le pido al camarero la cuenta, le apunto ¿Desayunamos o comemos? y me contesta «abrase visto estos chicos, que me vienen con el té con limón a estas horas«. Le pago mi cuenta, pero no me levanto, mi aventura todavía no ha acabado.  

Enfrente de mi mesa tengo los puestos de flores, y veo a las señoras locales que han comprado antes los lomos de atún en el mercado, que piden un ramo de flores en valenciano.

Rodeada de idiomas y de pasado y presente, me levanto y pongo punto y final a mi aventura. Totalmente apasionante.

He roto el día, a veinte minutos en tranvia, de mi rutina.

A Alicante, por su pluralidad. A las víctimas del Mercado, que son las mías. Y a Carol, que me sigue.