Una mañana de Nochebuena

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Salgo temprano y me choco con la mañana tempranera de la Nochebuena. A pesar del omicron decido hacer pote gallego sin grasa, sin unto y sin chorizo para un batallón. Me lanzo a la aventura de buscar unos grelos, encuentro las fruterías abiertas, pero no al público ¿Tienes grelos Yoli? le pregunto a gritos desde la calle, mientras ella coloca las manzanas en una perfecta pirámide “No, Paloma, ayer sí porque los traje de encargo”. Continúo la andadura por ese trozo tan vivo que es “La costa de Moratalla”.  Son las 8,30 y en los bares de este paseo urbano están desayunando los dueños y empleados de las carnicerías, pescaderías y otros comercios que se suponen que dentro de unas horas deberán estar a tope. Reconozco al pescadero, a sus trabajadores sentados ante un café. También a Mariola, que a esas horas también está sentada con unos clientes, y no sirve porras ni churros, como suele ser habitual.

Los que nos despachan también salen del mostrador a veces, y son como nosotros. No hay que olvidarlo nunca, y de esta manera les trataremos mejor. Estar a un lado u otro de la barra, es solo cuestión de horarios. 

Sigo mi camino hacía el Santo Grial, y veo que De Pablos también está en danza ¿está abierto? dentro de 15 minutos ¿qué quiere señora? Grelos “Pues pasé a por ellos”. Sorprendo a los trabajadores reponiendo huecos y montando las mercancías con un diseño apetecible para el consumo. Lo hacen con parsimonia y sin prisas. Doy como seguro que ninguno de ellos ha hecho escaparatismo como lo hacen los de Zara, Cortefiel o en El Corte Inglés, y sin embargo resulta vistoso todo lo que montan.

encendido-4.jpgNunca se compra una cosa sola, y además de los grelos, salí de la tienda con puerros, zanahorias y medio repollo, para dar un poco más de sabor, ya que el pote no lleva  sustancia. Cojo Príncipe de Asturias arriba y acabo en La Parada donde pido un café con leche normal, ni desnatada, ni de soja ¡qué memorión los camareros para recordar todas las posibilidades de los cafés, y sobre las tostadas: con tomate, sin tomate, con aceite, mantequilla…! Acompaño el café con dos porras, y desde mi mesa exterior contemplo la mañana de la Nochebuena sin la ternura bobalicona al uso.

La   terraza de un bar, si estás sola, puede llegar a ser un lugar de retiro, un mirador o bien un lugar empático con todo lo que te rodea. Saco el móvil y llamo a mi amiga Elisa, a la que escribía cartas con frecuencia, y ahora, desde el covid, no lo hago ¿Sabes dónde estoy Elisa? “A ver Paloma” Pues en La Parada ¿con tus amigas? no, sola ¿Estás bien? Bueno pasando la vida entre el omicron, la alegría de mi nieta Carmen, y las compras para la cena de Nochebuena. Y tú cómo estás Elisa, con quién cenas hoy? Sola y con mi fracaso  “Menuda respuesta navideña me das, ¿estás tristona?. No exactamente Paloma, porque no voy a cenar sola, he invitado a mi fracaso a la mesa por primera vez en mi vida, tenía un ruido mental desde hace tiempo muy molesto al que no ponía nombre, hasta que le bauticé como mi fracaso, y desde ese momento siempre me acompaña. ¿Me estás hablando de algo filosófico? que tú te comes mucho el coco, como algo real, Paloma, nos pasa a todos ¿tenemos la vida que soñábamos, y no me refiero solo a lo material?. como-decorar-mesa-navidad

Elisa, no es la primera persona que me habla de fracaso en los últimos meses. Recuerdo el último encuentro que tuve con dos amigos, Felipe y Dolores, hace cinco días cerca de Atocha, y salió este tema. Dolores comentó que en una reunión de amigas, una de ellas: gente de bien, sueldo estable, rodeada de familiares e hijos se confesó fracasada “no tengo la familia que esperaba: mis hijos se pasan el día en su habitación y nadie me cuida, si hacemos una comida conjunta es porque yo me esfuerzo, no es lo que yo me esperaba la verdad”, otra presente en la reunión, voluntaria de una ONG, desde hace años, y entregada a la causa solidaria, también se manifestó fracasada porque sus ideales de comunidad no se habían cumplido. 

Mientras apuro el café pienso en el posible descenso de las ventas de los pescaderos, y de los carniceros si no venden lo suficiente esta tarde y consideran que esta nochebuena ha sido un nuevo fracaso.

Pago mi consumición, y con la bolsa de la compra me encamino a mi casa imaginándome como transcurrirá la cena de Elisa con su nuevo invitado.