Muchos de los líos de la cabeza se van cuando vivimos. “Ayer pasamos un día estupendo” esa es la esencia de la vida no hay otra “Totalmente, pensé lo mismo”. La esencia de la vida puede ser un desayuno al sol, con la gente a la que quieres, a la que adoras, y compartiendo el cuidado y las sonrisas de Carmen. Perfecto triangulo: mi hija, mi nieta y yo. Todo ello posible gracias a la argamasa que suman los afectos y los esfuerzos. Sin esfuerzos, y sin tiempo dedicado, los afectos solo son un simple libro de familia, o una galería de fotos a enseñar en sociedad, por eso al final nos liamos, y nos complicamos la vida. Vivir la vida sin trampas no es fácil. Siempre lo he intuido, pero ahora cuando lo leo en un libro lo teorizo. La palabra escrita tiene mucho poder. El libro es “La vida pequeña. El arte de la fuga” de J.A. González Sainz, de Anagrama. Nos invita a analizar cómo es nuestra vida, no con la pandemia sino la de antes del desastre: la fuerza de la aceleración, la pérdida de la realidad, la presencia de la banalidad, el papel desmesurado del hacer, de trabajar, y la existencia de nuestra mentiras y nuestras trampas. Frente a todo esto, la vida pequeña. Solo llevo 50 páginas, pero sé que parte de su filosofía puede estar en ese desayuno al sol con mi adorada hija.
Muchos de los líos de la cabeza se van cuando abandonamos la idea de aspirar a una vida completa. Pensamos que nuestra existencia más que una vida es un rompecabezas perfectamente encajado: trabajo, pareja, hijos, nietos, aficiones, pasión, etc…y cuando alguna o algunas de esas piezas faltan (faltan siempre) pensamos que estamos vacíos e incompletos. Creemos que una persona que vive sola en menos feliz que un matrimonio deshecho aunque vivan bajo el mismo techo, que los hijos, aunque no los veamos, son nuestra base, y que los nietos son la prolongación de nuestra existencia, aunque no sepamos cuando le crecen los dientes porque nunca vamos a verlos, y preferimos ver los partidos fútbol, y no hablemos de los trabajos, garantía de egos y soledades. Con ese esquema funcionamos, torturamos y nos torturamos. Una amiga argentina me comentaba “¿Pero dónde está la vida completa? ¡qué falacia! cambiamos continuamente, nuestras compensaciones no siempre son las mismas, una pasión puede suprimir todo lo demás que nos han vendido como felicidad, una afición, o los cuidados a una persona querida sea tu madre o tu nieta, o tu propia soledad elegida te puede dar sentido a tu vida que toda esa normativa que nos han impuesto». «Además Paloma,» continuaba mi amiga argentina, «miremos a nuestro entorno qué vemos: gente que vive en soledad y no se queja, personas que crian hijos de su pareja, no son suyos y no están mal , seres muy acompañados pero desgraciados, e individuos instalados, en eso que dice J.A. González Sainz en su libro, en las trampas de la vida. Vivir tu vida en la que el grado de satisfacción lo pones tú, y no ningún rompecabezas perfectamente encajado, es lo que debemos hacer Paloma«, me dice mi amiga argentina.
Cuando lea más páginas de “La vida tranquila. El Arte de la fuga” y tenga otra conversación con mi amiga argentina, os seguiré contando.
A mi hija, a mi nieta…y a Meli.
Ilustraciones Sonya Delaunay (1885 – 1979)