Nuestra mirada nunca envejece

 

La tarde fue generosa porque nos brindó la posibilidad de participar y ser testigo de algo nuevo. Lo novedoso es de agradecer siempre, también en la madurez. Coincido con el pensamiento de Juan José Millás  sobre las sensaciones y el paso del tiempo “en la vejez vuelves a tener percepciones de la realidad que tienen que ver con la adolescencia e incluso con la infancia, la vejez no es un proceso lineal; hay veces que a los 60 estás mejor que a los 50, no hay que hacer caso a las órdenes que te dicen que a los 65 eres viejo y a los 80 te mueres…Bueno, ya iremos viendo”. Eso, ya iremos viendoEstábamos en la playa y buscamos por Internet donde se convocaba la manifestación en Alicante ¡Y la encontramos! Y nos asombró la juventud de sus participantes. Fuimos testigos que en la defensa por el medio ambiente se estaba produciendo un cambio generacional. 

Seguimos teniendo cuerda para asistir a clases de yoga, sesiones de teatro, clubes de lectura o participar en excursiones en bicicleta, pero, sin apenas darnos cuenta, en algunas personas se van colando esas órdenes que menciona Millás y la queja y el pesimismo se instalan en nuestra mochila. Quizás sea porque sabemos que las cosas se acaban, y esa  lucidez vital la disfrazamos  a veces de escepticismo político ante un futuro mejor. Se añora el pasado, se desconfía del presente y el futuro es un caos. Y lo más grave, el futuro no tiene lugar, no tiene hueco. Vivimos inmersos en  el catastrofismo, como si fuera el primero de la historia. Creo que las cosas siempre han sido difíciles de cambiar, antes y ahora.

Egon Shiele (1888 - 1918)

Egon Shiele (1888 – 1918)

Es verdad que hay cosas que no cambian nunca, por ejemplo, nuestros ojos. Los ojos con los que nacemos son los mismos, y también nuestra mirada. Aunque cumplamos años nunca envejece ni rejuvenece. Si de niñas mirábamos a este mundo con asombro e ingenuidad, con más años, el asombro y la ingenuidad se pueden relativizar, pero no desaparecen. No es infantilismo ni incapacidad para enfrentarte a la realidad, es más bien intuir que el conejo puede aparecer en cualquier momento en la chistera.

Las manifestaciones siempre me han tentado cuando he tenido empatía por las causas. He acudido a lo largo de mi vida a muchas. Siempre me han sobrado los motivos, como a Sabina: la necesidad de poner tu granito de arena, la comunión con los que piensan como tú, la creencia en que se pueden cambiar las cosas, y también el gozo de ser testigo de algo importante. Hay canciones que componen tu vida, y manifestaciones que la articulan. Cuando estás dentro te da la impresión de que participas en la vida, de que no pasa sin más, y, en algunas de ellas intuyes que algo nuevo se está cuajando y tú eres testigo. También sorprende que cuando terminan y te incorporas al flujo de los ciudadanos que han estado al margen, te das cuenta de que todo sigue igual. Todo aparentemente es igual, menos tú. Has bebido una pócima con efectos a largo plazo y ellos no. Un tratamiento curativo y eficaz contra la indiferencia , el abatimiento y la desesperanza.

Estábamos en la playa y buscamos por Internet donde se convocaba la manifestación en Alicante ¡Y la encontramos! Jóvenes, jovencísimos portaban pancartas de cartón, con letras y consignas escritas a mano:  “Para cambiar el mundo, primero hagámoslo nosotros” “La Tierra habla y tú no escuchas”“Somos y necesitamos la Naturaleza, protegida”. Y los organizadores que sujetaban la pancarta de cabecera “Unides pel Clima” también jóvenes, jovencísimos. Esa fue la primera novedad de la pasada tarde, la juventud alicantina lideraba la cita contra el cambio climático como en el resto del mundo. Al acabar la manifestación ante el Ayuntamiento se vio un aparente  y simpático desorden, pero en realidad era frescura y falta de práctica. Era su primera vez.

Nos disolvimos como siempre se hace en las manifestaciones, sin prisas. Poco a poco nos incorporamos al ritmo de las aceras y los semáforos, tras invadir las calzadas por un tiempo, los policías ya no eran nuestros aliados ni nuestros guardaespaldas, se han disfrazado de nuevo de agentes de seguridad. Lo que hace unos minutos estaba permitido, cruzar un semáforo en rojo, ahora es causa de una sanción. Circulamos a la par y junto a los indiferentes, y como ellos nos sentamos en la terraza de un bar, donde mi acompañante y yo nos tomamos una cerveza gozosas de haber abandonado la playa, vencer  la pereza y ser testigos de algo nuevo. Al cabo de un rato pasaron a nuestro lado, exhaustos, pero satisfechos el grupo de jóvenes organizadores de la marcha contra el cambio climático, iban con los palos y los restos de pancartas sobre sus espaldas. Nosotras les miramos agradecidas porque portaban también la defensa de causas ambiciosas, cargadas de futuro. No son promesas que se puedan conseguir de la noche a la mañana, pero en ellas el futuro tiene su hueco y su lugar.

Puede ser que los tremendistas pregunten ¿Y, para qué sirve todo esto? Es posible que solo para seguir caminando. Muy saludable y necesario para frenar el envejecimiento prematuro.

 

Dedicado a mis acompañantes en las manifestaciones. Como en los viajes tienen que ser especiales

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