El aperitivo de los miércoles, un sumando.

Otra tarde intensa la que se me presenta hoy 20 de abril:  lluvia, cielo nublado pero salpicada de optimismo. No despliego ningún mirador ni contrato a una banda musical para recibir el anochecer porque no lo estoy esperando. No espero ese futuro de rojos y amarillos que no vendrán esta tarde porque el cielo no está limpio. Ser consciente de lo que te pueda suceder, de lo que no va a llegar puede ser el arma más potente para valorar lo que tenemos. En esta tarde larga y casi invernal, toca reconocer lo que no se espera porque ya se tiene.

Pandemia, mascarillas, cuatro comensales por mesa en el exterior de las terrazas, luego seis y más tarde ocho… todas esas esas situaciones las hemos sorteado las chicas del aperitivo de los miércoles ¿cuánto llevamos dos años? ¿un poco más? Más o menos. Siempre respetando las restricciones pero salvando los encuentros e intentando respetar el día de guardar.  No siempre se ha cumplido la cita, pero casi siempre.

Al principio esta andadura fue una forma de defensa contra el aislamiento y la anormalidad. Frente al miedo un poco de cercanía, eso sí con mascarillas, con abrigos de plumas y bufandas,  gritando a gritos por la distancia, pero siempre  buscando el sol para calentarnos o la sombra para aliviarnos. 

A veces somos siete u ocho, y a veces somos dos. Pero todas queremos que esa cita se mantenga aunque no se acuda. ¿De qué hablamos ? de todo, desde asuntos feministas (nuestro punto de unión como grupo de ocio) hasta cómo nos pintamos los ojos para que resalten más. Todo es posible: Hijos, nietas, ligues, avance de la ultraderecha, violencia machista y si alguna viene con los labios pintados la coreamos GUAPA, GUAPA y GUAPA. También hablamos de Buero Vallejo y de Miguel Hernández, como hoy, que es miércoles.

Uno de los muchos encuentros entretenidos fue uno en mi jardín, de día y a pleno sol, nos contamos historias como si estuviéramos de noche en torno a un fuego de campamento. Cada una relató una historia que vivió cuando era niña de lo más atractiva y curiosa. Historias de siempre: vecinos con doble vida, anécdotas de nuestra familia y situaciones rocambolescas como una vecina mía que me pedía prestados libros de psicología cada vez que tenía consulta con un afamado oculista con la intención de impresionarlo. Ella tenía uno de los oficios más nobles y necesarios: despechaba  detrás de un mostrador, era la hija de la dueña en una tienda donde se vendía desde bacalao a chicles y pipas. La magia de esta tienda que se llamaba El Laberinto la tenía atrapada, y solo se escapaba con mis libros prestados de psicología.  Ese día terminamos de contarnos historias a las cinco y nos despedimos con un puntito.

¿Qué ingredientes hay para que estemos a gusto y repitamos? Creo que nos sentimos  livianas y cómodas, y no tenemos que actuar. No estamos alertas ni nos tenemos que esforzar. No estamos pendiente de lo que dice una para que salte la otra. Esto que parece tan simple no se da siempre. Esto tan aparentemente sencillo puede estar ausente  en grupos familiares o en grupos rellenos de afectos en los que se está más pendiente de templar gaitas y de “tengamos la fiesta en paz” que en estar tranquilas, o ser transparentes y directas.

También repetimos porque no somos adictas a las confesiones de felicidad absoluta como critica Manuel Vilas en su libro  “Alegría”. Esas confesiones absolutas son falsedades elegantes que no acercan.

Po su sencillez, su cercanía, su naturalidad y su falta de confesiones absolutas, el aperitivo de los miércoles es un sumando más. Ni más ni menos.

Todavía no ha anochecido. Pero me libera no estar esperándolo.

Para Emilia y Milagros, presentes en el aperitivo de hoy miércoles 20 de abril

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