Me gusta, no me gusta

Remedios Varo

Siempre me ha gustado el chocolate, la cerveza  y observar la vida como una flâneuse, como una persona que todo le llama la atención y sobre todo lo pequeño y cotidiano. También me ha gustado hablar de todo, pero se cambia con los años. Antes no me pasaba, pero ahora no me gusta hablar de enfermedades como si fuera la lista de la compra, prefiero hablar del tiempo cuando se trata de matarlo. No me gustan los temas ligados a la queja, que nos mantiene en un estado carente de aromas y de presente, es el mismo estado en el que te sitúa la letanía de las frases hechas: “Este país…” “Todos los políticos son iguales” “Es que en nuestros tiempos todo era distinto” “Lo jóvenes de ahora no saben los que quieren” “ Las niñas son más difíciles que los niños” “Al pan pan y al vino vino”…Las frases hechas matan la posibilidad de que el diálogo discurra por su cauce. Cuando las escucho, me callo, hace años protestaba y puntualizaba, necesitaba matizar, pero ahora instintivamente me aleja del que las repite como un papagayo, y sin que nadie se dé cuenta me cambio de acera. No sé si es intolerancia o sabiduría. O puede ser también inseguridad.Yo soy más insegura que antes porque conozco mejor mis límites y sé que no puedo con todo.

Me sigue gustando el agua fresca como la bebida que mejor quita la sed, y el café de madrugada mientras leo el periódico en papel, porque me da la bienvenida. Me gusta la madrugada, porque me creo que soy yo la que abre el día, y me evade del ruido y los gritos, y me recuerda lo solos que nos estamos quedando. Aunque nos quieran, siempre vamos ligeros de equipaje, y saberlo me reconforta.

Me gusta leer ¡ no sé que sería mi vida sin los libros! pero soy incapaz de elegir entre la lectura solitaria de un buen libro y la sincera conversación de amigas en la segunda ronda de un gin tonic. Por fortuna, nunca he tenido que escoger porque son como dos líneas rectas que nunca se juntan y cada una sigue su curso ignorando la existencia de la otra e ignorando que solo yo, en mis madrugadas y en mi soledad, las hermano y las convierto en el circulo  que me protege.

Me gusta la liturgia y la ceremonia sin ser creyente, por eso me gustan los aperitivos de los martes y los paseos matutinos con mi amiga Milagros en los que nos contamos tantas cosas que sin darnos cuenta llegamos a la meta descansadas. Cuando tengo citas para ir al cine o para dar un paseo  las mantengo como fiestas de guardar, las subrayo y las pongo en negrita, y por  eso me disgusta, que la otra parte las suspenda porque tiene que ir al fisio. 

Remedios Varo

Me gusta las amigas que me incorporan a su vida familiar, y me invitan a las comuniones de sus hijos sabiendo que no creo en Dios pero sí en ellas. Y me gusta las que vienen a mi cumpleaños y conocen a mis hermanos y a mis hijos. Me gusta saber cada día si los amores de mi vida están con dolores de tripa o simplemente no han dormido bien,  porque me gusta el día a día con sus minutos y sus segundos.

Cada vez me gustan menos las disculpas y las justificaciones porque al ser ya mayor me cargan demasiado la espalda y me impiden ir erguida. Y me gusta mucho tomar el sol en la playa o en la entrada de mi casa frente al madroño, y que cuando pasan las vecinas me saluden y las saludo. A cada una le doy un hola y un adiós y con eso me conformo. Además de los grandes amores necesitamos esa capa geológica que es la gente intermedia que amortigua la soledad de las ciudades y saluda con monosílabos los encuentros en la frutería y en el estanco. Todo se agradece y me gusta.

Me gusta mucho ir una tarde a ver a mi nieta y abandonarme en el suelo para que ella se suba en mi cuerpo ya cascado y me pise y me abrace las grasas de mi abdomen ignorante de que no es estético. Me gusta que me reconozca y que me tienda los brazos. Me gusta comprobar que estos gustos son nuevos, que no estaban previsto en la agenda de mi vida ¿quién iba a pensar que iba a ser abuela?.

Me gusta lo improvisto y no me gusta la gente que siempre tiene prisa y no busca un hueco para apuntar una cita.

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